lunes, 22 de febrero de 2016

Adolfo Vera, un cardiólogo dedicado al arte y la cultura. Por Claudia Liliana Bedoya S. Entrevista. EL PAÍS, Cali, Febrero 22, 2016

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Adolfo Vera,
un cardiólogo dedicado al arte y la cultura

Autor: Claudia Liliana Bedoya S. | Reportera de El País

El homenaje a Adolfo Vera Delgado será este viernes 26 de febrero, 
a partir de las 7:00 p.m., en el Salón Palmeras del Hotel Intercontinental.
Foto: Anthony Bocanegra | Especial para El País

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EL PAÍS, Cali,  .com, Lunes, Febrero 22, 2016

http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/adolfo-vera-cardiologo-dedicado-arte-y-cultura


El arte, las letras y la buena música son amigos fieles de Adolfo Vera, un cardiólogo que  se ha dado a la tarea de enseñarle a Cali que el arte y la cultura son la mejor medicina para tener una sociedad feliz, llena de mejores seres humanos y profesionales.

Detrás del médico también está el creador de la Fundación  Humanismo y Medicina, el promotor del Encuentro Anual de Confraternidad Médica Nacional  y el líder de las Tertulias Médicas, espacios en donde profesionales de la salud se regalan un momento exquisito de comunión con el arte.

“Los egos de los médicos son grandes y decidimos sacarlos del entorno asfixiante de la ciencia médica. Se me ocurrió organizar una serie de encuentros para sacar al médico de su entorno  y permitirle  escuchar a gente del cine, la literatura, la poesía, el teatro, entre otros, para vivir un retiro intelectual”, dice Vera, quien le saca tiempo al dibujo  y a escribir poesía.  
Precisamente por su labor de 20 años con los Encuentros de Confraternidad y 15 de Tertulias; artistas, músicos y escritores se unirán este viernes para darle un merecido homenaje. Así habla el hombre que le puso corazón a la cultura en Cali: 

¿Es un hombre inquieto por el arte o un artista frustrado?

Frustrado no, realmente. Desde que estaba en el Colegio San Luis Gonzaga me encantaba dibujar. Además, desde los 14 años yo salía de mis clases y me iba a la  Librería Nacional que quedaba en el sótano del  edificio de Colseguros. Ahí me relacioné con Pedro Alcántara,  Norman Mejía,  Jotamario Arbeláez, entre otros intelectuales  que se reunían en la  cafetería del lugar. Yo era un muchachito, un metiche y ahí me fui empapando de  lo que ellos hacían. Asistí a los  aquelarres que se hacían en Juanchito y me tocó ver las maravillosas piernas de Fanny Mikey porque era una diva. Estar en ese tipo de actividad intelectual me distraía de la posibilidad de hacer una carrera seria. Si me quedaba en Cali de pronto llegaba a ser un poeta o un pintor  aceptable.
  
¿Por qué si estaba tan metido en esa movida cultural de Cali eligió la medicina para su vida?

Yo quería hacer  filosofía y letras porque empecé a husmear la biblioteca de mi padre cuando tenía 5 años y un día me trepé al último escaño para tomar el libro más bonito, uno con letras doradas en el dorso: era el Decamerón de Giovanni Boccaccio. Ese libro me generó todo tipo de emociones aunque estaba en el índice de la Iglesia de libros prohibidos. Cuando le dije a mi padre lo que quería para mi vida, antes de irnos a un viaje por París,  me solicitó inscribirme en Derecho y en Medicina en la Universidad del Cauca. En ese recorrido por París  un día me dijo: ‘Vamos a mirar un lugar para que te vengas a estudiar lo que quieres  a La Sorbona’. Yo no lo creía, estaba muy entusiasmado. Pero  mi padre me dijo: ‘Adolfo, por favor,  pon los pies en el suelo. ¿Crees que vas a poder vivir como un  filósofo? Debes trabajar en algo que te dé para vivir’. Al regresar  me quedé en la medicina y ella me atrapó. 

¿Y su gusto por el arte y la cultura, en qué se quedó?

La nostalgia de lo vivido en Cali me pudo más  y en 1966 contacté a varias personas para que hiciéramos la revista ‘Hombre Nuevo. Hojas críticas de arte y literatura’. Alcanzaron a salir tres ediciones. Era como dice Juan José Saavedra, un “cadapuedario”, cada vez que se podía. Era de 32 páginas, se vendía  a $2, la hacíamos  de una manera artesanal en la imprenta de la Universidad  y logramos que llegara a 15 países de Suramérica porque mandaba 20 ejemplares a cada una de las revistas que se editaban en América. Para sostenerla vendíamos avisos de médicos y otros profesionales a $20.  

¿Por qué se silenció la revista?

No fue por plata, sino por el director de primer año de medicina, un alemán, de extrema derecha. Publicamos un artículo de Frantz Fanon  y fuimos tildados de comunistas; y por incluir un cuento llamado ‘Hasta los más pobres tienen flores’, en donde había un episodio masturbario, también éramos pornógrafos. Mi papá tuvo que intervenir y muy a mi pesar tuve que comprometerme a no volver a sacarla.

 Al mirar su vida, ¿cuál ha sido su mejor obra?

 Mi hija Verónica Vera Cabrales. 

 ¿Cómo le llegan al corazón?
Con un poema pero me encanta la pintura. La música que más me llega al alma es del periodo Barroco y la  de los Siglos X, XI y XII, pero también disfruto un bello bolero.

¿Si tuviera un lienzo en blanco, que pintaría en este momento?

Unos  ojos y unas manos. Soy muy expresivo pintando manos y pies, no sé si es un fetiche.  Me encantan porque tienen la posibilidad de expresar mucho.  A los ojos les pongo mucha profundidad y hay ojos tiernos, ojos que miran con rabia,  con temor o  con pavor. 

¿El arte lo hace feliz o lo ayuda a hacer catarsis de un día agitado de consulta?  

Todas las anteriores. Me ha enriquecido espiritual, intelectual y académicamente. Creo que el arte y todas sus expresiones lo hacen a uno un mejor  ser humano porque estamos llenos de imperfecciones, somos  absolutamente imperfectos. 

Y ¿de que lo ha  salvado?

Del aburrimiento, del estatismo, del anquilosamiento, de la obviedad. Creo que en la medida que uno se enriquezca en estos aspectos que nos hacen crecer, uno es mejor ser humano y en el médico es imprescindible porque le puede entregar a su paciente lo mejor de sí mismo. 

¿Vale la pena seguirle poniendo corazón al arte y la cultura en Cali?

Definitivamente, no solo en Cali sino en Colombia.
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POEMARIO DE  LA DESOLACIÓN

Adolfo Vera - Delgado, abril 2008 

El agua que nos inundaba de gozo 
hoy nos ahoga de amargura,
el fuego que sólo consumía corazones
hoy arrasa vegetaciones indefensas. 
El aire que respirabas feliz
hoy envenena tu entorno. 
La madera que soportaba 
felizmente tu cuerpo,
hoy no alcanza para 
guardar tus despojos.  
El sol que gozabas desnudo,
hoy arruga, quema y destroza tu piel. 
La tierra que te prodigó sus frutos, 
hoy es una enorme costra fisurada.  
Las guerras que fueron por petróleo, 
carbón, gas natural, alcohol carburante,  
mañana serán por el agua
 y los molinos de viento. 
Los pájaros que anunciaban 
la madrugada,  
silenciaron su canto.
Los gallos de la huerta casera,  
nunca más estallaron de gozo. 
Las golondrinas del próximo verano,
no fueron más. 
El agua que aliviaba la sed de tu cuerpo, 
hoy es manantial putrefacto 
sin redención posible.
Los peces de la divinidad bíblica,
 naufragaron de tristeza.
Y las aves del cielo prometido, 
se derrumbaron de dolor.  
Chapules, grillos y chicharras silenciaron su algarabía lujuriosa
en las noches de soledad sin pausa.
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miércoles, 17 de febrero de 2016

Unchatcon ... Carlos Enrique Ruiz. Revista Aleph, 50 años. ENTREVISTA. El Espectador, Febrero 16 ( .com ) y 17, 2016

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Carlos Enrique Ruiz

Revista Aleph, 50 años 

El legado de Borges en Manizales

El Espectador ( .com e impreso), Febrero 16 y 17, 2016

Edición impresa
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Edición .com
Carlos Enrique Ruiz estudió ingeniería civil en la Universidad Nacional. / Cortesía

La “Revista Aleph” va a cumplir 50 años. ¿Cómo nació la idea de hacer una publicación cultural?
Ocurrió en 1966, en un ambiente de renovación, en el que Marta Traba, directora de extensión cultural de la Universidad Nacional, apoyó la realización de actividades congregantes en las artes y las letras, y en el que los estudiantes se destacaban por ser activistas culturales en Manizales. Así nació la Revista Aleph. Allí incluimos un breve ensayo de Traba sobre el arte colombiano.
¿Existe otra alusión en el nombre de la revista, aparte del libro de cuentos de Borges?
Sí, tiene una doble connotación. Por entonces descubrí el cuento El Aleph de Borges en El retorno de los brujos, que leía, y me conquistó. Pero también, implícita en ese relato, estaba la referencia a la teoría matemática de los transfinitos, la Mengenlehre, desarrollada por George Cantor, de la cual aleph (primera letra del alfabeto hebreo) era el nombre del primer transfinito. Y como estudiante de ingeniería tenía apreciable formación matemática, y adopté el nombre, con apoyo de mis compañeros.
¿Qué tipo de dificultades encontraron entonces para hacer la revista?
El maestro Alfonso Carvajal Escobar me puso el reto de conseguir cooperación económica con exalumnos ingenieros, de ejercicio en sus campos. Acudimos a algunas oficinas de ingeniería y tuvimos avisos. Sumados los recursos, no alcanzaban a cubrir los costos de la imprenta, pero Carvajal asumió lo faltante. Fue una edición de mil ejemplares con Albert Einstein en carátula, en bella fotografía en blanco y negro. Si mal no recuerdo la edición costó mil pesos (de 1966), y se vendieron algunos ejemplares a un peso, con distribución a bibliotecas por parte de la respectiva dependencia en la sede.
¿Cuál fue el primer logro de la publicación?
Haberme comprometido con sacarla adelante con persistencia. Laboré en la profesión de ingeniero e hice estudios de posgrado, con reincorporación a la UN en enero de 1971, y desde entonces sigo en la brega académica, con algunos servicios prestados a nivel nacional, pero sin faltar en las ediciones de la Revista Aleph, que ahora cumple los cincuenta años, con 176 ediciones. *
¿Recuerda qué temas trataron en la primera edición?
Congregamos ciencia, técnica y humanismo. Escribí un editorial con mi idea de universidad, la cual sigue acompañándome. Para la semana cultural del octubre de 1966 trajimos a la Orquesta Sinfónica de Colombia y tuvimos ciclos de teatro, cine, y conferencias.
¿Es complicado hacer cultura en Manizales por medio de una revista?
Igual que en cualquier parte, ni más ni menos complicado. Las cosas se hacen de acuerdo con el compromiso, la voluntad, la vocación, la persistencia. Manizales tiene la ventaja de ser la ciudad donde nací y crecí. Aquí tengo a mi gente, y la gente ha sido generosa, amable y estimulante conmigo.
¿Cómo han respondido los lectores a la revista?
La principal respuesta es la de un número apreciable de lectores, de difícil conteo, de lugares hasta inverosímiles. En esta época digital la revista se produce en medio físico, en papel, con tirajes reducidos, y en la edición virtual, con muchas ediciones a la vista. La revista es consultada en algunos países de África, del Medio y Lejano Oriente, en Hungría, Ucrania, China, Rusia e India.
Y con medio siglo de trabajo, ¿cuál ha sido el mayor logro de la revista?
Se trata de consecutivos logros. Cada edición es un logro, a veces impensable. Y en la cadena de labor son muy importantes las ediciones monográficas que hemos realizado: la cultura en España, la cultura en Israel, la cultura en Argentina, Michel de Montaigne, Fernando Pessoa, Miguel de Unamuno, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges. Otro logro reflejado en la revista es el conjunto de “Reportajes de Aleph”, que incorpora encuentros con personalidades en el mundo ocupadas de la ciencia, el arte, el pensamiento y las letras. En especial menciono mi encuentro con Juan Rulfo, Ben-Ami Scherfstein, Dámaso Alonso, Luis Cardoza y Aragón, Marcela del Río Reyes, Matilde Espinosa, Fernando Salmerón, Alí Chumacero, Rafael Gutiérrez Girardot, Germán Arciniegas, José María Valverde, Fernando Savater, Oswaldo Guayasamín, Atahualpa del Cioppo, Gordon Brotherston, Nirma Zárate, Günther Haensch, Ernesto Guhl, José Prat, Blas Galindo, Germán Pardo García, Francisco Miró Quesada, Georges Lomné, Leopoldo Zea y Juan Friede.
¿“Aleph” siempre será un referente a Borges?
Borges tiene un peso fundamental en la denominación de la revista, y en mi condición de lector, a tal grado que cada semestre, en mi Cátedra Aleph, en la Universidad Nacional de Manizales, con 28 versiones, en la primera sesión dialogo con los estudiantes sobre ese complejo y asombroso relato: “El Aleph”, para poner en escena el método de seminario-tertulia, también para justificar el nombre de la revista y su extensión viva en la cátedra. Toda la obra de Borges es de asombro, como su propia personalidad. Y no dejo de compartir lecturas de “Los conjurados”, ese libro que le dictó a María Kodama en Ginebra, en la antesala de su muerte. En la dedicatoria a ella le dice: “Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro. En este libro están las cosas que siempre fueron suyas”. Y en el muy breve prólogo anota: “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”. Ese hombre, sabiéndose en la proximidad de la muerte, se expresa sin dolor, sin sentimiento trágico de fatalidad; por el contrario, con la satisfacción de haber disfrutado de la belleza y la felicidad. Borges sigue siendo un pilar que soporta mi vida de lector, de recreador de palabras, al deletrear sentimientos y pareceres. Y un tanto más hondo llevo a Michel de Montaigne, en sus “Ensayos”, para continua reflexión sobre los temas de la vida. Infaltables.
¿Cuál considera que ha sido su mayor logro a nivel personal?
Encontrarme con Livia, mi esposa, cuando ambos éramos alumnos, ella en música y yo en ingeniería. Livia me ha acompañado en estos cincuenta años, en todas las circunstancias, jugándosela conmigo, paso a paso, desde la música, el amor, la solidaridad, la palabra, el silencio. Con tres hijos y cinco nietos, que les dan cada día más sentido y compromiso a nuestras vidas.

Carlos Enrique Ruiz, con la medalla, y su esposa Livia González de Ruiz.
Cali, Noviembre 3, 2o11, 7:00 PM. 
¿Es el mejor legado para hijos, nietos y lectores?

Difícil saber qué puedan apreciar ellos de los ajetreos de nuestras vidas. La revista es un acontecimiento en la cultura hispanoamericana, singular por la perseverancia en el tiempo y por sus contenidos, ajenos a las modas, a los grupos, a las filiaciones ideológicas, políticas o religiosas. Hacemos parte de aquella extraña cofradía de los librepensadores, con Michel de Montaigne a la cabeza, y su antecesor Sócrates. No me hago ilusiones frente al tiempo. Nada quedará. Los recuerdos son pasajeros.
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* NTC ... ENLACES
5 de diciembre de 2015

Allí acceso al No. 175 de la revista completo
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Aleph No. 176, enero/marzo, 2016Año ¡50! Se elabora la publicación, en marzo, del primer número de la Revista, en este trascendental aniversario. Tema central: Reconocimiento al científico/humanista Moisés Wasserman L.
Adelanto del CONTENIDO, en:  


 “Enetecear”   de AÑO NUEVO

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